Florencia Peña: “Al pueblo hay que escucharlo, y está disgustado”

“Hay veces que me emociono mucho. Soy como la que llora en el cuarteto”, comenta Florencia Peña sobre su papel como jurado en Got Talent. En este programa, la acompañan Abel Pintos, La Joaqui y Emir Abdul como parte del panel de jueces, mientras Lizy Tagliani conduce el show.
A pesar de que el formato implica que algunos concursantes avancen y otros no, la actriz y presentadora asegura que buscan ser compasivos incluso cuando deben eliminar a un participante. Entienden que detrás de cada historia hay esfuerzo y un sueño por cumplir.
“En mi trayectoria, he enfrentado numerosos rechazos, y esos ‘no’ no me derribaron. No construyeron mi identidad. Me dieron fortaleza. Moldearon mi carácter”, destaca la actriz y conductora, quien se encuentra en constante actividad. Aunque admite que le resulta difícil decir ‘no’, también le ofrecen muchas más oportunidades de las que puede aceptar.
—Has tenido un sinfín de funciones en el teatro con Casados con hijos, estás involucrada en Got Talent, se avecina Mamma Mía y te estás preparando para conducir en México. ¿No es demasiado?
—Soy apasionada por mi profesión. Luego de 40 años, necesito encontrar momentos de entusiasmo, ya que me cuesta. He pasado por muchas experiencias. Cuando considero lo que me gustaría hacer, siempre pienso en superar mis propias marcas, en realizar algo que me brinde una nueva perspectiva sobre mí misma. En la actualidad, eso es Got Talent: implica observar, no estar en acción. A lo largo de mis años en esta profesión, he desarrollado una visión del arte y de la vida. Tengo una manera de pensar y me gusta compartirlo. Esta es una faceta que disfruto. Sin embargo, de repente surge un musical, y me encanta participar en musicales. Además, se presenta la oportunidad de conducir un programa de realidad en México, lo cual es completamente diferente. Disfruto expandirme y desafiarme.
—Estamos viviendo un momento complicado.
—Es complejo, por decir lo menos. Tengo dos puntos para compartir contigo. En primer lugar, es fundamental escuchar siempre a la gente. ¿A qué me refiero con esto? Cuando hay una población insatisfecha, cuando la gente se está expresando, la democracia brinda la oportunidad de expresarse a través de las urnas. Personalmente, no estoy a favor de la violencia ni creo que sea necesario expresarse de manera violenta. Sin embargo, sí creo que en una democracia, uno puede manifestar su descontento en las urnas. Eso es algo maravilloso. Si los líderes políticos son perspicaces, podrán encontrar en ese mensaje una nueva perspectiva para abordar el futuro. En lo que definitivamente no estoy de acuerdo ni apoyaré es retroceder en términos de derechos. No deseo que Argentina regrese a un pasado que hemos superado con mucho esfuerzo. No se trata de un dilema de “¿por aquí o por allá?”. Esta es una cuestión que respaldo, ya que así es como funciona la democracia. En ocasiones, el presidente refleja mis pensamientos, y en otras no. Esa es la naturaleza de la democracia. Lo que jamás respaldaré es la posibilidad de perder los derechos que hemos logrado tras mucho tiempo de esfuerzo. Además, debido a nuestra complicada historia, rechazar la idea de retroceder y volver a una Argentina asociada a los momentos más oscuros es algo que defenderé. No solo porque no lo quiero para mis hijos: no lo quiero para mí y, por lo tanto, no lo quiero para mis hijos. No estoy dispuesta a aceptarlo porque tengo casi 50 años. Aunque era joven durante la época del Proceso, soy una persona muy consciente de la realidad. Me interesa mucho la política en un sentido positivo, como una herramienta de transformación. No apoyo la política negativa, pero su existencia no impide la existencia de una política positiva. Siempre estaré del lado de intentar hacer las cosas bien, aunque puedan fallar. No estoy dispuesta a respaldar ciertas cosas.
—Es una elección complicada.
—Así es, nos enfrentamos a una elección compleja. Tampoco es una opción votar en blanco, ya que entiendo que muchas personas se sienten desesperanzadas. Existe una sensación de no tener un camino, de no tener un destino, de carecer de un horizonte. Eso es parte de nuestra identidad. Es como si te dijera: “Los argentinos somos resilientes. Somos un pueblo que regresa a los mismos lugares, como si no hubiéramos aprendido la lección”.